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Eterno, precipitado interno

 

De vez en cuando me arrimo

a la deriva del viento y,

asomándome al margen

de la apariencia, lo escucho 

en su asidua distorsión.


Aunque parezca que él nunca interfiera,

infiere en el interior manifiesto de cada aliento,

consciente de la aparente candidez propia,

consecuente con la genuina ilustración ajena.


Hoy, él intuyó la convicción de las nubes,

opacas en sus miradas, iradas,

diáfanas en las sombras que, uniformes,

unían la pluralidad de sus estructuras mudables.


Convulso al ver el sol tras el telón, el viento

empezó a revelarse a través de las hojas,

rozándose la una con la otra con la intimidad

inefable, que poco dura aunque, infinita,

perdure en el éter incluso durante la calma.


Ellos transmitían, sin palabras, secretos

para aquellos capaces de percibir sin oír,

de sentir sin discernir, tan solo intuir.


"¿Sabes por qué lloran las nubes?"

y, lentamente, las pequeñas gotas

empezaron a precipitarse al vacío,

como si la pena les impidiera alzar el vuelo,

haciendo eco de su sensibilidad ágrafa.


"Las nubes lloran en su abismo retirado,

lamentándose porque nunca podrán entrelazar

su esencia desfigurada con la mente humana,

que es capaz de hallar en el caos de la apariencia

a su propio ser, reflejado en las nubes, el arte y la persona".


"Las nubes lloran en su desconocimiento lúcido,

anhelando encontrarse reflejadas en el arte, la persona

tal como los poetas se hallan representados en las nubes".


Y tras demasiado tiempo exiliada

en la asfixia del silencio artístico

me aferro a mi ser y le permito crear,

sabiendo que esa es la única forma de disfrutar

del laberinto que es conocerse a uno mismo.


Doy gracias a las nubes por reflejarme

lo que me oculto en vuestro ilustre espejo.


-Mar Florenza (@relatosumergidos)


art by: @miles_art (instagram.com/profile/miles_art)

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